Fabricar aluminio y plástico requiere mucha energía, es caro y contaminante. Es decir, el material con el que se fabrica la gran mayoría de las cápsulas de café genera problemas medioambientales. Más aún sabiendo que solo se recicla el 20 por ciento y que sus ventas crecen como la espuma.
El aluminio -dicen los expertos- conserva el sabor, los aromas y la intensidad, pero como la mayor parte de los consumidores lo arroja a la basura, toneladas de residuos tóxicos acaban en los vertederos… o en el mar.
Apenas el 20 por ciento de las cápsulas acaban en el reciclaje
Algunas empresas tienen sus propios programas de reciclaje. ¿Corresponde a los clientes, en todo caso, la responsabilidad de llevar las cápsulas a los puntos limpios de recogida? ¿No deberían hacerse cargo las corporaciones?
Hay empresas que ofrecen cápsulas rellenables, de origen orgánico o biodegradables, pero pocas. Mientras tanto, sin renunciar al glamour que ofrecen George Clooney o Robbie Williams puede ir a los puntos limpios para cápsulas de su ciudad.
«Las cápsulas de café requieren innecesarios recursos para su fabricación y generan excesivos desechos. No pueden reciclarse fácilmente porque mezclan plástico y aluminio. Son 6 gramos de café y 3 gramos de envoltorio. Es un derroche. Por eso en Hamburgo creemos que este producto no debe ser pagado con los impuestos de los ciudadanos»
Estas son las declaraciones de Jan Dube, miembro del Departamento de Medioambiente del Ayuntamiento de Hamburgo y una de las mayores voces en contra del “kaffeekapselmaschine», esas máquinas que preparan uno de cada ocho cafés vendidos en Alemania.
Estos inocentes cartuchos de energía que nos hacen sentir como si de un RPG se tratara son, en realidad, un gran quebradero de cabeza para los vigilantes del Medio Ambiente. Desde mediados de los años 2000 su consumo no ha hecho más que crecer, hasta llegar al punto de que, si sumas todas las cápsulas fabricadas por el líder de envases del mundo (Keurig) en un año, puedes dar doce veces la vuelta al mundo. Fabricadas en el 95% de los casos con una mezcla de plástico y aluminio, la mayoría de plantas reciclables de nuestras ciudades no están preparadas para reciclarlos, y como dijo el ministro hamburgués, “todo este embalaje es insostenible para el medio ambiente”.
Según Ross Colbert, analista de Rabobank, entre 2007 y 2014 el mercado del café en cápsulas creció globalmente a un ratio anual del 26%, ocho veces más rápido que el resto de modalidades de café juntas. Colbert también apunta otro dato: aunque el consumo mundial del café crece un 1.6% cada año, las cápsulas llevan un ritmo de expansión de un 9% anual desde 2011. Para 2013, el consumo de las dosis patrocinadas por George Clooney superó al de las cafeteras de goteo. En Estados Unidos, el consumo apunta a un 25% del total, pero Europa es, junto con el país de la libertad, la otra gran consumidora (juntos suman el 90% de las ventas). Del viejo continente, países como Italia, Suiza o España vamos a la cabeza en consumo de café bajo esta modalidad, pero en Alemania cae hasta el 13%.
A pesar de las apabullantes cifras, hasta este analista reconoce el efecto negativo en la opinión pública en los últimos tiempos al respecto de la sostenibilidad de este nuevo sistema de consumo de café. Incluso John Sylvan, el padre de las llamadas K-cup y el recipiente usado mayoritariamente al otro lado del charco, comentó en The Atlantic sentirse avergonzado de su creación. “Hay días que me siento realmente mal por lo que he hecho”, le dijo a los periodistas. También, que “no importa lo que digan los comerciantes, estas cápsulas nunca serán 100% reciclables”. Peor publicidad para la gallina de los huevos de oro de Nestlé, imposible.
Fuente : Facebook